lunes, 2 de mayo de 2016

Un encuentro para la reflexión

La OCDS organizó su Retiro anual, este año en la Casa de Espiritualidad de Begoña.

Como todos los años, la Orden Seglar organizó el Retiro que, según apuntan las Constituciones sobre la oración (Const. 20)  y los propios Estatutos de la Provincia (ENav. 35), tiene lugar una vez al año para facilitar un encuentro de relexión espiritual distinto al que se ofrece mensualmente en cada comunidad local.
En los últimos años nuestros retiros tienen un caracter más abierto y se invita a participar en ellos a personas cercanas a la familia carmelitana. Y según parece... es un acierto.

En esta ocasión, bajo la dirección del P. Jon Korta, las fechas del retiro llegaban fuera del acostumbrado tiempo de Cuaresma, pues un imprevisto calendario sobre la reforma del edificio de Larrea terminó por hacernos llegar a la Casa de Espiritualidad de Begoña muy avanzado el mes de abril, en plena Pascua.

Sobre esa estancia, simplemente anotar que las Carmelitas Misioneras Teresianas, responsables del cuidado de ese bonito lugar, nos atendieron estupendamente regresando con la sensación de habernos sentido "en nuestra casa".





Del 22 al 24 de abril el P. Jon presentó este encuentro bajo la necesidad de abrirnos a Cristo, y de hacerlo sin miedo. Nos habló de saber vivir la esperanza cristiana durante toda la vida porque, citando la frase de un periodista "la sociedad es un cementerio de esperanza".

Debemos recuperar la centralidad de Dios en el mundo, en la Iglesia y en nuestra vida para que la esperanza sea de verdadera Pascua y Pentecostés.
Descubrimos una crisis de la persona, una crisis de la verdad y una crisis sacramental.
Sin olvidar a María, Madre del Carmelo, el P. Jon la presentó como modelo de esperanza cristiana, modelo de aceptación cuyo referente final es la resurrección de Jesucristo, fundamento de la Buena Noticia y motivo de preparación para esa Pascua hacia Dios.

Nuestra vida debe ser santa, agradable a Dios, pero ¿qué estará sintiendo Dios viendo mi vida? -interpelaba el P. Jon Korta-. Tengo que santificar mi vida y sólo puedo hacerlo con la ayuda del Espíritu Santo, al que debo invocar con frecuencia y renovar desde Él nuestra alianza con Dios.



El Director del Retiro dedicó la última meditación al sentido de vida de la Orden Seglar en este tiempo, para recordar que la oración se encuentra en el centro de nuestro carisma. 

El Carmelo Seglar, primero como escuela de oración, debe tener comunidades abiertas, eclesiales, misioneras; comunidades que fomenten la vocación carmelitana, que "se sientan familia carmelitana -concluyó-porque ésta es nuestra casa y es para nosotros una opción de vida".




Tuvimos Liturgia de las Horas con canto de Himnos y salmos acompañados por la cítara y manos de José Carlos. También las Eucaristías tuvieron música de cancionero abundante y guitarra. Hubo momentos para esa alabanza y también para el silencio.
La Liturgia Penitencial de la tarde del sábado nos introdujo en una reflexión sobre el sentido de la reconciliación para pasar a una emocionante exposición del Santísimo y la confesión individual.

Hemos notado ausencias de hermanos incondicionales de nuestros Retiros: circunstancias distintas no les permitieron estar con nosotros en esta ocasión. Otros, por distancia y edad, quieren -y así hacemos- que se les informe de todo para orar juntos desde el corazón. A todos ellos les hemos tenido muy presentes. Como también hemos recordado en momentos concretos a cuantos nos acompañan desde el Cielo.
Oramos por las personas enfermas, por quienes han perdido toda esperanza, por cuantos no saben descubrir a Dios en ninguna cosa y se alejan de la fe. Pero oramos especialmente por las vocaciones y se nos invitó a hacerlo con frecuencia, cada vez que nos reunamos. Por las vocaciones sacerdotales, religiosas, vocaciones a la Orden Seglar.
Y nos fuimos con el mensaje del comienzo: necesitamos abrirnos a Cristo, mostrándonos como somos, sin máscaras, sin miedo.
Así debe ser, porque, como dijo un Hermano de Bilbao, ahora salimos de aquí y tenemos que volver a las cosas de cada día, con fuerza.